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Conocer las leyes ¿para qué?

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Legalidad, justicia y perspectiva de género

Conocer las leyes ¿para qué?

“Si la justicia es machista, que la memoria y la lucha sea feminista”. 

 

Son las 4 y pico de la madrugada, no siento cansancio, sólo mucha adrenalina, el baile, canto y la militancia acompañan la calidez de la espera y la tibieza de la noche de verano en esa vigilia en Villa Elisa del 29 al 30 de diciembre de 2020. Por fin, la Interrupción Voluntaria del Embarazo ¡es Ley! Se contaron los votos y la Vicepresidenta del Senado dijo: “Resulta aprobado, 38 a favor, 29 en contra y 1 abstención”. Todas absortas mirando la pantalla gigante en la que habíamos escuchado el debate. Saltos, gritos, llantos, abrazos, baile y olvidos de la pandemia por un instante eterno, inmensa alegría. No importaba quién era la otra que compartió esa vigilia y esa espera, la emoción corrió como reguero de pólvora. Conmovía ver a chicas que lloraban porque no lo podían creer, las más grandes las abrazábamos y les decíamos: ¡vas a vivir en un país mejor! “Militar hasta que lo imposible se vuelva inevitable”, esa es la lucha de los feminismos y movimientos de mujeres, esto es lo que nos permitió llegar a este lugar y concretar este acto de justicia y reparación histórica. Va por todas las que no lo pueden celebrar.

 

Surgen muchas preguntas después de la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, ese inmenso logro que llevó tanto tiempo y militancia, en relación con el cumplimiento de dicha normativa, pero también qué pasa con el resto de las leyes ¿Qué hacemos ahora que ya es ley? ¿Cómo defendemos los derechos adquiridos? ¿Cómo continuamos para que ninguna mujer ni cuerpo gestante vea violentado su derecho a decidir? ¿Qué podemos hacer para que se dé el cumplimiento pleno de las leyes que amplían y defienden nuestros derechos en todo el territorio nacional? ¿Es necesario conocer las leyes?

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Ante una justicia patriarcal, anacrónica, que revictimiza, que es injusta en relación con las mujeres y disidencias sexo genéricas, en la que sus fallos son estigmatizantes, machistas y prejuiciosos, se hace cada vez más evidente la necesidad de una reforma judicial feminista que la interpele y modifique. 

Un mundo desigual resta oportunidades a las personas. Aunque existen leyes que protegen y amplían derechos como ciudadanxs y encuadran nuestros vínculos, todos, todas y todes en mayor o menor medida contribuimos con la perpetuación de formas sutiles (y no tanto) de dominación entre los géneros, y por lo tanto,  el incumplimiento de parte del marco normativo.  

Hay que trabajar para establecer la obligación de investigar y juzgar con perspectiva de género y de valorar el contexto donde se producen los hechos investigados.

 

“Nos queremos libres e iguales en la diversidad”

 

Para pensar en torno a estos temas profundizaré en relación con tres ejes: la construcción de la legalidad, el conocimiento de las leyes y su estructuración patriarcal, y finalmente la importancia de la perspectiva de género para garantizar el acceso a la justicia.

La psicoanalista Silvia Bleichmar teorizó, entre otras cosas, sobre la idea de la “construcción de legalidades”,así nos ayuda a pensar en torno a posicionarnos como sujetxs que puedan entender el valor de la ley como organizadora de nuestra subjetividad y, además, tomar en cuenta que la existencia de leyes y normas regulan el vínculo con el/la otrx, habilita a que cada quien pueda desarrollarse como sujetx social.

Para que el/la otrx sea considerado como un/a semejante debe instaurarse el pacto intersubjetivo, es decir, entender, ver y reconocer al otrx, valorarlx, amarlx y tomar en cuenta su subjetividad, su singularidad, y su diversidad, para que sea considerado como un sujetx, constituyéndose así, en alguien con los mismos derechos.

La importancia del imperativo categórico, es decir, actuar de tal modo que nuestra conducta pueda ser tomada como norma universal debe regir el accionar social en la construcción de un nosotrxs. El funcionamiento hipotético de la ley nos marca el camino de lo que debería suceder si ésta no se cumple.

La construcción de la legalidad se constituye como el andamiaje imprescindible para poder entender lo que implica la perspectiva de derechos, y así, estar en condiciones de cumplir con los marcos normativos.

 

“Abajo el patriarcado que va a caer, arriba el feminismo que va a vencer”

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Por el contrario, dentro de esta estructura, el mundo masculino goza de enormes privilegios, observables en la cultura y sociedad.

En el derecho, se observa una sexualización, jerarquización e identificación con lo masculino que se evidencia en el marco normativo y en el acceso a la justicia. Se valoran ciertas categorizaciones que, desde una mirada patriarcal, corresponden a “atributos” masculinos, por ejemplo, la racionalización, la falta de sensibilidad, la fortaleza, etc. Lo femenino queda así, por fuera de lo valorable.

Los tiempos apremian, las desigualdades en el acceso a la justicia y la falta de procesos con perspectiva de género se multiplican en diversos estamentos judiciales. Muchxs de nosotrxs observamos atónitxs la existencia de la tolerancia pública a las violencias contra las mujeres y disidencias. 

La pelea no es ni puede ser individual, es con el entramado comunitario y colectivo inclusivo que debemos continuar luchando para que se nos garanticen principios éticos universales, como el respeto por la diversidad cultural, la no discriminación, el no maltrato físico o psicológico, la igualdad entre los géneros, entre otros.

Aquellxs colectivos que padecemos a este sistema judicial patriarcal necesitamos que las leyes se cumplan, que se garantice el paradigma de derechos, especialmente para quienes históricamente sufrimos esta opresión.

La Argentina ha adherido y sancionado, desde hace algunos años, un marco normativo incluyente, progresista, que marca tendencia en relación con otros países. Así lo explicita Daniela Bersi, abogada, fiscal y docente de la UNLP:

“En nuestra Constitución Nacional, el acceso a la justicia se encuentra consagrado implícitamente en los arts. 16, 18 y 33, teniendo especial consideración el art. 75 inc. 22, donde se enumeran -entre otros instrumentos- la Convención Americana de Derechos Humanos, la Convención para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, CEDAW; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la mujer “Belem do Para”; otros valiosos instrumentos como los Principios de Yogyakarta, las Reglas de Brasilia. También resultan esenciales en este análisis la Ley N° 26.485 y la Ley N° 27.499 “Ley Micaela”.

Como vemos, el marco normativo existe, pero su cumplimiento efectivo, con perspectiva de género, la mayoría de las veces no. Hay infinidad de casos, fallos, sentencias que se hacen eco de esta justicia patriarcal. Como ejemplo cito el caso de Ivana Rosales, quien sufrió un intento de femicidio en 2002, perpetrado por su marido Mario Edgardo Garoglio. Ante la denuncia de Ivana, en 2003 comienza el juicio, la vocal de cámara María Soledad Fenari relata cómo el Fiscal de cámara buscó atenuantes, caracterizó a la víctima como “ofensora” de la idea del matrimonio, y de alguna manera la consideró responsable ante la agresión sufrida.

Ivana acudió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con patrocinio del CELS, como tantas víctimas no llegó a ver el resultado de su lucha. Falleció el 6 de septiembre de 2017 producto de lesiones originadas en ese feroz ataque. Su hija Abril tomó como propio el proceso ante la CIDH, en ese marco, se inició un proceso de solución amistosa con el Estado argentino, que se concretó en un acto en la Ex Esma el jueves 23 de septiembre de 2021. 

En ese acto institucional, estuvieron presentes Elizabeth Gómez Alcorta, a cargo del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, el Secretario de Derechos Humanos Horacio Pietragalla Corti y el Gobernador de Neuquén Omar Gutierrez (de manera virtual) entre otrxs. La Ministra en su alocución señaló algunas cuestiones, es importante escuchar parte de sus palabras, ya que caracterizan a la justicia patriarcal. (Link al audio

Como vemos, hay mucho por hacer y por transformar, no sólo en relación con la violencia de género, sino también con las leyes que se refieren a derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, cotidianamente se observa un desconocimiento y una falta de rigurosidad en relación con las normas que amplían derechos.  

La mirada machista y patriarcal se perpetúa y acentúa en ciertos estamentos del Poder Judicial, en los medios de comunicación, entre profesionales de la salud que deben garantizarlos, etc dejando por fuera del acceso a la justicia a muchísimas personas, que se ven violentadas en sus derechos humanos, por razones de género, clase social, orientación sexual, raza, etc. 

Esta situación, que se repite hasta el hartazgo y provoca ciertas naturalizaciones en la sociedad, no es ingenua. Es producto de un sistema heteronormativo propio del Patriarcado, que como sabemos, ha marcado una moral que forma parte de las normas y de cómo se aplican; va de la mano de la banalización de ciertos temas vinculados con la construcción de la subjetividad y de ciudadanía, haciendo que se perpetúe una cosmovisión machista, misógina y violenta. 

 

“Techo de cristal, vergüenza estatal” 

 

El “techo de cristal” es un claro ejemplo de lo que nos ocurre a las mujeres y disidencias sexo genéricas a propósito del acceso a lugares de poder, nuestra representatividad se ve restringida. En el Poder Judicial esto se repite, ya que son muchas las feminidades que trabajan allí, pero pocas las que arriban a puestos de decisión ejecutando roles en los que realmente puedan influir, ejercer su autoridad y adquirir posibilidad de mando.

 

 

 

 

 

 

 

 

A partir de comentarios que fueron surgiendo en diversos chats entre mujeres del poder judicial, la fiscal en lo criminal Mónica Cuñarro, junto a la doctora Paula García, idearon una encuesta totalmente confidencial y anónima, que contó con más de 600 respuestas. 

Los resultados obtenidos revelaron que la gran mayoría de las mujeres había sufrido situaciones de hostigamiento o acoso sexual de parte de superiores o iguales; lo terrible es que no se animaron a denunciarlo formalmente, por temor a represalias en sus carreras. 

La Dra. Cuñarro expresó que no existen encuestas de este tipo ni en la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), ni en la Procuraduría General de la Nación (PGN) o en el Consejo de la Magistratura y mucho menos un observatorio que mida estas situaciones para prevenirlas, y cómo actuar. Una muestra más de la poca importancia que se le brinda a esta temática en dichos ámbitos.


 

“No soy libre hasta que todas las mujeres sean libres”

 

Sabemos que en la sociedad patriarcal existen estereotipos de género, que a su vez instalan mandatos y señalan el deber ser. Si sos varón o mujer, se enfatizan los rasgos generales, que además, no toman en cuenta la singularidad, naturalizan y normativizan los comportamientos. 

Los estereotipos afectan la actividad judicial en la construcción del caso, la selección de las normas, la valoración de las pruebas y la interpretación de los derechos. Aparece entonces una mirada binaria, sexista y jerarquizante.

 

La Dra Daniela Bersi lo especifica al decir: 

“...históricamente- el camino hacia la justicia para ellas ha sido y es discriminatorio. Estas situaciones no solamente ocurren en las diferentes ramas del derecho: se agravan cuando son reflejadas en el lenguaje y el razonamiento de quienes aplican el derecho penal marcado por la impunidad en el tratamiento de los casos”. 

Me pregunto cuántos casos habrán tenido una resolución judicial que no se condice con el respeto a los derechos, con el contexto de cada sujetx involucradx, en definitiva con la falta de perspectiva de género. Es necesario transversalizarla para corrernos de la visión androcéntrica preponderante, con el fin de sostener una mirada que contemple a las mujeres y disidencias sexo genéricas sin subalternizarlas.  

 

“Somos el grito de las que ya no tienen voz” 

 

Encuentro que estos tres aspectos que señalé -construcción de la legalidad, la estructuración patriarcal de las leyes y la perspectiva de género tienen un hilo conductor que es el lugar e importancia de lo colectivo. Nadie se humaniza solo, lxs otrxs son indispensables en el derrotero que nos lleva a ser humanxs.

Es en este sentido que se hace imprescindible poder avanzar en el agenciamiento desde el borde, y para hacerlo debemos trabajar colectivamente. Ninguna mujer y disidencia sola podrá cambiar todo un sistema que rige como lo más valioso, lo único posible y lo esperable. 

Por lo tanto, es de vital importancia corrernos de ese lugar asignado y para hacerlo, es indispensable la lucha colectiva. Que interpele y reconfigure esto dado como lo “normal”, que logre agenciar esos aspectos que deben ser modificados, en pos de una sociedad mejor. La resistencia y el agenciamiento deben ser constantes, para poner fin a una justicia patriarcal y para tensionar el status quo, en el que prevalecen las desigualdades y las opresiones. 

 

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Ya no podemos naturalizar ni soportar el hecho de que no se cumplan cabalmente.

Como cantamos en las marchas feministas “Si la justicia es machista, que la memoria y la lucha sea feminista”. Memoria para no olvidar, por todxs aquellxs que nos antecedieron marcando un camino ineludible para la construcción de la igualdad, para derrocar al patriarcado, para intentarlo cada día, cada momento, ante cada atropello. Y lucha, lucha colectiva para resistir, para encontrarnos en y por ella en la construcción de un mundo mejor. 

 

Me fui a dormir con mucha paz, con el cuerpo lleno de alegría y con muchas expectativas por lo que vendrá. Sé que será difícil, pero también que la lucha colectiva vale la pena”.

El acceso a la justicia debe considerarse como un Derecho Humano fundamental, por consiguiente, el Estado debe garantizarlo. Por eso, conocer el marco normativo se vuelve algo ineludible.

La estructuración patriarcal invade todos los aspectos de nuestra vida, también el marco normativo y el poder judicial, ya que establece una jerarquización entre los géneros que considera a las mujeres y las disidencias como inferiores, sometidas a una mirada que nos subestima, nos convierte en subalternizadas, propiciando opresiones y desigualdades en todos los órdenes de nuestras vidas

Los costos de este lugar subalterno para las mujeres se hacen evidentes,  también, en la naturalización del acoso sexual laboral en el ámbito de la justicia nacional

La sexualidad es un campo en disputa, el rol asignado a las mujeres nos deja muy fuera del centro del poder y de las decisiones. Sin embargo, hemos aprendido que las leyes nos dan un contexto de posibilidad de intervención, de inteligibilidad de nuestra realidad, otra perspectiva sobre el mundo.

Gomez Alcorta
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